Seis razones científicas por las que viajar es bueno para la salud
¿A quién no le gusta viajar? Las estadísticas indican que en 2016, los residentes en España realizaron 182 millones de viajes, el 8,6% al extranjero, según datos del Instituto Nacional de Estadística. Comprar boletos, hacer las maletas, planificar recorridos y luego lanzarse a la aventura son actividades del agrado de casi todo el mundo. Y, a diferencia de tantas otras cosas que proporcionan placer, viajar no solo carece de contraindicaciones, sino que tiene muchos y variados beneficios para la salud. Así lo han comprobado diversos estudios científicos, tal como se resume a continuación.
1. Menos estrés y mayor bienestar emocional
La reducción del estrés parece el más evidente de los beneficios de viajar. Aunque sea una salida breve y a un destino no muy lejano, dejar atrás la rutina y el ritmo frenético de la vida en la ciudad permite desconectar, dejar atrás las angustias y disfrutar del presente. Pero atención: la actitud es importante, porque también existe el llamado “estrés vacacional”, un estado de tensión ocasionado por los preparativos del viaje, las inseguridades y dificultades que este pueda deparar, la sensación de que el tiempo no será suficiente para hacer en el destino todo “lo que hay que hacer”, etc.
Así, la medicina puede ser peor que la enfermedad. Muchos estudios refrendan estos datos, como uno realizado por investigadores de Arizona, Estados Unidos, según cuyas conclusiones las mujeres que se toman más vacaciones son menos proclives a estar tensas, cansadas o deprimidas e incluso están más satisfechas en su matrimonio. Es decir, tienen mayor calidad de vida.
2. El cerebro, agradecido
Hasta hace tiempo se creía que el cerebro, a partir de la edad adulta, ya no se modificaba. Sin embargo, la ciencia ha demostrado que no es así: las neuronas pueden crear nuevas conexiones, e incluso se pueden formar nuevas neuronas, a lo largo de toda la vida. “Para ello es clave entrenar y estimular nuestro cerebro”, ha explicado José Manuel Moltó, miembro de la junta directiva de la Sociedad Española de Neurología (SEN), “y hay tres elementos claves para hacerlo: enfrentar nuestro cerebro a la novedad, la variedad y el desafío. Viajar cumple con los tres”.
Situaciones tan simples como la necesidad de adaptarse a nuevas sensaciones, paisajes, sonidos, aromas, etc., hacer un mapa mental del lugar en que uno está o tener que comunicarse en otro idioma estimulan el cerebro y lo vuelven más plástico y más creativo. “Viajar requiere, principalmente, aprender y memorizar todo lo extraño hasta que todo resulte normal y conocido. Esto es un desafío para tu cerebro y es como un entrenamiento acelerado”, añade Moltó. La SEN especifica que estos beneficios alcanzan incluso a personas que ya presentan una enfermedad neurológica.
3. Un corazón más fuerte y sano
Un estudio realizado en Estados Unidos determinó que viajar reduce el riesgo de padecer infarto de miocardio, sobre todo para las personas mayores. Las estadísticas indican que en los hombres que viajan con frecuencia las probabilidades de sufrir un ataque al corazón son un 21% más bajas. “Las vacaciones pueden ser buenas para su salud”, recomiendan las conclusiones de este trabajo.
Por su parte, una investigación efectuada por científicos de la Universidad de Jyväskylän, Finlandia, también halló una relación entre la movilidad corporal, originada por la “actividad social colectiva” que se da en los viajes, y un menor riesgo de mortalidad. Si bien los trabajos en este sentido se refieren en general a personas mayores, es claro que la actividad física derivada de los viajes es beneficiosa para cualquier persona, sobre todo para aquellas que llevan una rutina cotidiana muy sedentaria.
4. Autoestima sólida
Todo viaje representa una suma de desafíos: desplazarse, habituarse a un sitio desconocido, relacionarse con su gente. Y cuanto más lejano es el destino, mayor el reto, ya que implica entrar en contacto con costumbres exóticas, idiomas desconocidos e, inevitablemente, problemas de diversa índole. Buscar los recursos para resolverlos y poder salir adelante potencia la autoestima como pocas otras cosas pueden hacerlo.
El viaje, además, es una fuente de futuros recuerdos y anécdotas que contar, por no hablar de las posibilidades que brindan en este sentido las redes sociales. Como escribió George Eliot, seudónimo de la escritora británica del siglo XIX Mary Anne Evans, “nuestras andanzas viajan con nosotros desde lejos, y lo que hemos sido nos hace lo que somos”. Todo esto también contribuye con reforzar la confianza en uno mismo.
5. Mayor amplitud para afrontar los problemas
En su libro Go Away Just For The Health of It (algo así como “Vete lejos solo por lo saludable que es”), publicado en el año 2000, el prestigioso médico canadiense Mel Borins escribió: “Irse lejos contribuye a alejarse de las partes estresantes de la vida. Puede ayudar a mejorar tus perspectivas, a brindar nuevos puntos de vista y permite desarrollar nuevas estrategias de para afrontar los problemas”.
De eso se trata: cuando uno conoce otras realidades, toma distancia de su propia vida y puede ver los propios problemas en su verdadera dimensión. A menudo, después de un viaje muchas personas valoran mucho más lo que tienen y dejan de quejarse (o lo hacen menos) por lo que les falta, lo cual les conduce, también, a un mayor bienestar emocional. Y además, para citar a otro clásico del XIX, Gustave Flaubert: “viajar te hace modesto, porque te hace ver el pequeño lugar que ocupas en el mundo”.
6. Viajar te hace feliz
El psicólogo Thomas Gilovich, catedrático de la Universidad de Cornell, Estados Unidos, tiene desde hace años un objeto de estudio: la felicidad. A partir de sus estudios, ha llegado a un conclusión que, de todas formas, mucha gente sabe o intuye: viajar proporciona mayor felicidad que comprar cosas. La razón consiste en que los recuerdos almacenados, la suma de las experiencias, brindan un placer y un bienestar de largo plazo, mucho más tiempo de lo que dura la satisfacción que se siente al comprar algo.
Más aún, no solo el viaje se disfruta más que los bienes materiales, sino que la anticipación de las experiencias que se han de vivir durante el viaje genera una sensación de felicidad mayor que la anticipación de comprar objetos. En palabras de Gilovich, las experiencias mejoran las relaciones sociales, se valoran más en sí mismas y menos en comparación con las de otras personas, y forman parte de la propia identidad de quien las vive.